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LAS ESPECULACIONES


Numerosos son los que parten en búsqueda de la espiritualidad y caen en la trampa de la mente. Confunden búsqueda espiritual con erudición. La espiritualidad comienza cuando la mente ha sido superada y entramos en una silenciosa comunión con lo inefable. La búsqueda espiritual consiste en alargar esta comunión de modo que impregne poco a poco la totalidad de nuestra existencia. La erudición, incluso si se refiere a cosas espirituales, religiosas, teológicas, teosóficas, metafísicas, esotéricas, filosóficas, iniciáticas...  no es otra cosa que un engreimiento de la mente. El mental puede estar coloreado por preocupaciones de orden espiritual, pero una coloración espiritual de la mente no debe confundirse con una espiritualidad auténtica. No hay que dejarse engañar por la coloración de la mente. Que la mente esté preocupada por la espiritualidad, la ciencia, la estética, la política... importa poco desde el punto de vista trascendente, ya que sea cual fuere el tipo de coloración, y la amplitud de conocimientos que la provoca, no hay una sombra de espiritualidad auténtica en la avidez mental que incita a esta búsqueda.
Así como la función sexual es ávida de copulación y la función nutritiva de alimento... la función mental es ávida de erudición y de especulación. Es importante tomar consciencia de esta avidez observando la mente cuando reclama su dosis de alimentación libresca. Todas las avideces son ciegas y mecánicas. Caer bajo su dominio es un acto degradante. Utilizar las pulsiones para actuar, tal debe ser nuestro papel de hombre; pero dejar que una o varias pulsiones tomen un lugar exagerado en nuestra vida, investir en ellas esperanzas insensatas, permitirles que nos posean y convertirnos en sus instrumentos, es perder el rango de hombre para regresar a un estadio infra-humano.
Muchos eruditos no son más que fantoches. Su erudición no es un instrumento, sino una obsesión que impregna toda su vida. Una impregnación excesiva trae consigo polución. Su existencia está polucionada por la erudición que les impide ver y gustar la vida real. Todo lo que perciben se encuentra envuelto por una erudición omnipresente. Estos tipos están enfermos. Lo mismo que son enfermos los obsesionados por el sexo, el estómago o la cartera.
Si la espiritualidad verdadera puede acompañarse de una búsqueda cultural, ésta no la necesita, y sobre todo no deben confundirse entre sí.
Aquellos que caen en la trampa de la mente cometen esta confusión y se hacen muchas ilusiones. Los vemos a veces manifestar un cierto desapego hacia las cosas terrestres, lo que es abusivamente interpretado como un signo positivo. En realidad son presos de su sedienta mente. Su desapego hacia ciertas pasiones no es más que el producto del desarrollo intensivo de otra pasión, tan terrestre como la otra, que toma un lugar preponderante en su personalidad, terminando por eclipsar más o menos al resto de las otras pasiones. Desarrollar una pasión en detrimento de las otras no tienen nada que ver con el desapego.
La mente sabe camuflarse muy bien, sabe como travestir una búsqueda libresca y hacerla pasar a los ojos de quien se abandona a ella por una verdadera búsqueda espiritual. La simplicidad de los hechos, a saber: abandonarse a una sed cultural, se encuentra generalmente enmascarada por múltiples afirmaciones, gracias a las cuales el individuo adquiere una buena opinión de sí mismo y de su actitud. Reconocer que la búsqueda de la erudición procede de una avidez, significa el poder liberarse de los lastres de la mente. Para reconocer este hecho se han debido barrer todas las patrañas y falsas motivaciones, y falsas justificaciones por las que la mente engulle a los que se entretienen en ella.
Las ambiciones de la mente son desmesuradas. Todo estudio es interminable. Cuanto más se estudia un tema cualquiera, más nos damos cuenta de la enormidad de cosas que todavía quedan por aprender.
Aquel que sigue las pulsiones de la mente se encontrará embarcado en una empresa interminable en la que dejará todas sus fuerzas y arruinará su vida.
Hay espiritualistas que buscan mentalmente la verdad, imaginándose estúpidamente que ésta reside en la acumulación del saber libresco. Muchas son las concepciones supercomplicadas que hay que asimilar, pero la mente goza secretamente de esas complicaciones. Del mismo modo que el deportista se exalta ante la dificultad de la prueba. Observad a los espiritualistas eruditos sumergidos en la búsqueda de las causas primeras, de las leyes cósmicas, de las fuerzas ocultas, de los diferentes planos del universo, de la subdivisión de la individualidad humana, del devenir post-mortal... No tienen que darnos pena porque estudien estos temas, sino porque esperan progresar espiritualmente gracias a sus esfuerzos, mientras que lo único que hacen es enriquecer la mente. Este tipo de estudios no es nefasto en sí, y aquel que ha superado la mente puede estudiarlos como puede realizar cualquier tipo de actividad humana: con lucidez y desapego.
Querer proscribir la erudición en nombre de un desapego mal comprendido, o de una pobreza de espíritu mal interpretada, es tan erróneo como sucumbir a sus fascinaciones ilusoriamente prometedoras. Ciertas personalidades, por una predisposición a la erudición natural en ellos, es lógico que se den a ella. Pero considerando las cosas a partir del nivel Trascendente, todas las actividades tienen un valor equivalente. No son más que elementos diferentes del gran escenario existencial. La única cosa importante a nivel humano, es saber si al leer un libro o al lavarse los dientes, se es consciente de la Realidad Trascendente, y si vuestro espíritu está iluminado por esta Realidad. En la medida en la que no se esté Despierto a esta Realidad, se vive en las tinieblas y el error. ¡Qué importa que estas tinieblas estén pobladas de libros o de cepillos de dientes!
El peligro de los estudios llamados espirituales, reside en el hecho de que aquellos cuyo mental está coloreado de nociones espirituales, tienen tendencia a confundir coloración espiritual de la mente y verdadera espiritualidad. Debido a esta confusión la búsqueda espiritual se confunde con la profundización de las concepciones adoptadas, mientras que el verdadero nivel espiritual está más allá de las palabras y de los pensamientos. ¡Bibliotecas enteras se escriben cada año sobre nociones espirituales o filosóficas que segrega la mente!
No se trata por supuesto de entablar una discusión, tan inútil como interminable, sobre qué filosofía es mejor, o qué tradición es la más fiel, o la nueva revelación más verídica. Estas tareas están condenadas de antemano al fracaso, pues la diversidad de doctrinas es el reflejo de la diversidad de personalidades. Esta diversidad procede necesariamente de la unidad, por lo que el universalismo espiritual perdura más allá de todos los sistemas religiosos y sectarios, en el indescriptible silencio iluminador.
La percepción espiritual a la que cada uno debe tender, se manifiesta por la superación de todas las conceptualizaciones.
Comprendamos esto, comprendámoslo aún si esta comprensión nos desagrada. Ninguna búsqueda erudita podrá encaminarnos hacia la Verdad. Buscando con la mente no encontraremos más que los contenidos de la mente. La mente es como una esfera, contra más la alimentamos, más se hincha. Cuanto más lejos vaya nuestra búsqueda mental, más retrocederán los límites del horizonte mental. No hay final posible en la búsqueda mental. Estás encerrado en una circunferencia cerrada, y buscas una puerta que no existe.
La Realización Trascendente se alcanza cuando se ha pasado por encima de todos los componentes de la personalidad. Si te detienes a un nivel cualquiera de esta personalidad, el camino a la Trascendencia se te cerrará.
Prisionero de la mente, confundirás la idea de Dios con Dios, las especulaciones espirituales con el camino espiritual, la comprensión de las nociones trascendentales con la percepción de la Realidad Trascendente.
El orgullo de la mente nos hace desconfiar lo suficiente. La mente pretende englobarlo todo. Está dispuesta a añadir lo que haga falta en su interior, pero teme a su propia superación. Está dispuesta a asimilar la idea de su superación y a ordenarla en una de sus estanterías. Todas las ideas le interesan, son nuevas adquisiciones. La idea de su superación no le molesta en la medida en la que la aceptación de este concepto eluda la exigencia de una superación real. Pero el ir más allá de la mente no es una teoría o una esperanza que debemos añadir a otras concepciones. Es una necesidad realizable desde este mismo momento. Si escucháis a vuestra mente os dirá que es algo muy complicado y muy difícil, y así, utilizando diversas teorías tratará de postergar dicha superación para tiempos mejores.
En realidad, la superación de la mente es quizás una operación sutil, ya que el espíritu debe deshacerse de sus hábitos, pero no es difícil.  Para lograrlo basta con dejar de ser su víctima. Tomemos consciencia de la resistencia que opone a su superación segregando teorías falaces. Cuando hayas contemplado interiormente los esfuerzos de la mente para engañarte, cuando sus tentativas te parezcan irrisorias y pueriles, y cuando no olvides el conocimiento que emana de esta observación, entonces, el señor se habrá convertido en esclavo y el esclavo en Señor.
No se trata de eliminar la mente como no se trata de eliminar el cuerpo. Debemos dejar de ser los prisioneros de la personalidad, rompiendo los círculos sucesivos en el centro de los cuales nos encontramos atrapados. El error consiste en identificarse a los pensamientos que no son más que los contenidos del círculo de la personalidad psíquica. Identificándome a los pensamientos, me imagino que la búsqueda espiritual consiste en barajar, seleccionar y desarrollar pensamientos. Por el contrario, cuando hemos realizado la liberación interior, la mente superada deja de ser el gran ilusionista que nos retenía en los aretes del error original, para convertirse en un instrumento muy útil en el seno del juego existencial.
Para utilizar eficazmente hay que dominar, y para dominar hay que superar. Quien está encerrado en la mente es incapaz de superarla y, por lo tanto, de dirigirla. Errará en las fantasmagorías de este laberinto. Superar la mente es llegar al silencio, comprender que para conocer no hace falta nada, física o mentalmente. No es buscando como se encuentra. En cesando interiormente toda clase de búsqueda como se realiza el fin de la búsqueda espiritual. Buscar, reflexionar, especular... es provocar en el interior de la mente torbellinos obnubilantes. Es preciso que la mente se calle, abandonando todos los movimientos internos para devenir transparente. Cuando la mente es transparente, la luz de lo Real puede manifestarse.
El estudio de las enseñanzas espirituales es una acción al nivel mental. Sería ridículo esperar que de una acción física alcanzáramos la Transcendencia. Tan ridículo es esperarlo de una acción psíquica. Las enseñanzas espirituales son válidas en la medida en la que nos enseñan que debemos sobrepasar la mente y nos encaminan hacia la experiencia interior del silencio, de la paz inefable. Pero si contrariamente a esto alimentan y seducen a la mente con enseñanzas inservibles, ¡qué importa si las nociones que enseñan son reales!  Pretendiéndose espirituales, esas enseñanzas os traicionan, pues os alejan de la Realidad Espiritual. Refuerzan vuestro aprisionamiento, en vez de ayudaros a salir de la celda.
En las riveras del silencio se sabe que toda erudición es insignificante, frente a la inmensidad presente en cada instante. Contemplando el infinito podemos jugar con la mente sin tomar en serio esta pequeña función.

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