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DESPERTAR DEL CORAZÓN


Todo el mundo busca la felicidad, pero la felicidad no está en las posesiones materiales, no está en las obras, no está en las relaciones con otro. La felicidad se encuentra en el corazón, en el tranquilo y poderoso esplendor del corazón.
Este esplendor del Amor expande su calor en las obras, en las relaciones con otros y con el mundo. Quien busca la felicidad fuera de sí mismo, se pierde. Corre de aquí para allá y sólo conoce la desolación. La adquisición de cada una de sus codicias no le proporciona sino una felicidad momentánea, que pronto se esfuma. Alejaros de este camino erróneo. Es en vosotros, en lo más profundo de vosotros mismos, donde se encuentra la felicidad del Amor.
Creéis tener un corazón pequeño, pero debéis descubrir cuán grande es. Tan grande como la Tierra, mayor que el Universo.
Creéis poseer un corazón cerrado, pero descubriréis que siempre está dispuesto a abrirse, siempre puesto a acoger.
Vuestro corazón se ha dormido, y vosotros debéis despertarlo. Vuestro corazón vegeta, y vosotros debéis expandirlo.
Debéis descubrir en vosotros una propensión inagotable a derramar ríos de afección. Erais riachuelos, pero con el Despertar del corazón os convertiréis en océano.
¿Cuáles son los primeros pasos para Despertar al corazón?.
Diversas pueden ser las formas de llamar a la puerta escarlata. Nosotros describiremos una, trabajarla y dejaros después, llevar libremente por lo que brote.
Mirad un objeto, cualquier objeto bello o feo... al detalle, palparlo... recorrer con emoción sus características... su vida... su existencia... La atención que le habéis prestado, ha hecho que dejéis de mirarlo con indiferencia. Ahora habla a vuestros ojos, a vuestras manos, a vuestro corazón... Es entonces, cuando os dais cuenta de que es posible, por un movimiento interior muy simple y difícilmente descriptible, abrir vuestro corazón a este objeto. Abrir vuestro corazón para enviarle un flujo de Amor y ternura.
Comprended este secreto: Es posible voluntariamente, deliberadamente emitir, y silenciosamente expresar amor por el objeto más humilde.
No es necesario que este objeto os haya seducido por su belleza, ni que os evoque algún recuerdo. Si queréis podéis amar cualquier objeto. Para ello basta con que lo miréis silenciosamente y después, gracias a una especie de movimiento interior, proyectéis un gran Amor hacia él. Al hacerlo, sentís como vuestros sentimientos se escapan del centro del pecho para rodear, acariciar e impregnar ese objeto.
Cuando esto es vivido como una experiencia interior auténtica, una comunión amorosa entre él y nosotros se establece. A partir de ese momento, el Despertar de vuestro corazón ha comenzado...
¡Cuántos discursos sobre el Amor, cuántas palabras malgastadas para nada!. Siendo conscientes de la cantidad de palabras inútilmente dichas, no es nuestro deseo proponeros que adoptéis una nueva teoría sobre el Amor. Lo único que decimos es: Es necesario entrenarse en el Amor. Debemos entrenarnos concretamente en la efusión amorosa en la vida cotidiana, y de esta forma transfigurarla.
Comenzad pues, por aprender a Amar los objetos. Comenzad repitiendo muchas veces lo que acabamos de describir. A pesar de su aspecto banal, este tipo de práctica puede enseñaros mucho. Puede enseñaros a emitir voluntariamente sentimientos amorosos. Voluntariamente, es decir, sin que intervenga un reclamo o valoración exterior particular. Mucha gente ignora que puede amar sin ninguna razón sentimental, por simple decisión, por simple afecto. Aprender a Amar de esta manera los objetos es seguir las órdenes de nuestro corazón y cultivar deliberadamente lo que no era más que una manifestación ocasional. Dar este paso desarrollará vuestra capacidad de efusión amorosa. Igual que la musculatura crece con el ejercicio, el corazón se agranda en quien cultiva el Amor. Gracias a esta práctica aprenderéis a Amar sin razón, por el simple placer de Amar.
Hay un verdadero placer en Amar los objetos por simples que sean; en hacer de ellos, no simples instrumentos anónimos, sino compañeros que resuenan en nuestro corazón.
Cuando habéis aprendido a Amar por el simple placer de Amar, es cuando, quizá, sin daros cuenta habéis dado un paso gigante en el sendero de la iniciación. Este es el resultado de la práctica, aparentemente anodina, que os aconsejamos.
Lograr Amar por el simple placer de Amar, sin esperar nada  a cambio, es algo que se consigue cuando deliberadamente nos esforzamos en Amar los objetos. En efecto, ¿qué podemos esperar que nos dé un objeto a cambio de nuestro afecto?.
¡Amar por el placer de Amar, sin cálculos ni egoísmos, esta es la nueva forma de Amor que hay que aprender!. Comenzad la educación de vuestro corazón con los objetos familiares ;luego extender la nueva forma de Amar que hemos aprendido a toda la Creación. Quien comienza poco a poco se arraiga concretamente.
Habiendo aprendido a Amar los objetos de una forma deliberada, debéis practicar y conservar esta nueva forma de Amor. Hacer de ella un aspecto del arte de vivir que vais a cultivar.
Es natural que vuestro Amor por los objetos se ejerza preferentemente por aquellos que manipuláis cotidianamente. Sin embargo, evitar el limitar vuestra capacidad amorosa a lo que constituyen las posesiones personales. Constatar en vuestra experiencia que el objeto desconocido y extraño, compañero de una corta fracción de vida, es digno de Amor. La expresión de vuestro Amor por las cosas no debe estar supeditada al concepto de propiedad. Si fuera así, reforzaríais las estructuras del ego, en vez de liberaros de ellas. Pues, cuanto más fuerte es el ego, más ligados estáis al sufrimiento. Toda posesión es impermanente. Quien liga a su Amor a la posesión, se condena a sí mismo, y se encadena al universo de lamentos y privaciones. Comprended esto.
Lo que es verdad para los objetos lo es también para todo lo que podemos Amar, y más tarde habrá que generalizar este Amor, libre de ataduras de la posesión. Es importante, sin embargo, no quemar etapas, trabajar sistemáticamente es la mejor forma de progresar. Comenzad de una manera efectiva la total reforma de vuestro sentimentalismo egoísta y erróneo. Comenzad por lo más simple e ir poco a poco progresando hacia lo más difícil. Comenzad por reeducar vuestro Amor frente a los objetos. Aprender a Amar con la misma alegría lo que os pertenece y lo que no os pertenece, los objetos que utilizáis constantemente y los que no tenéis más que una relación momentánea. Aprended esto y habréis aprendido mucho. No hagáis de ello una teoría o una comprensión intelectual. Aprendedlo en vuestra experiencia, con ensayos e intentos continuos. A través de una práctica regular.
Quien hace de la cosa anónima un objeto de Amor, ilumina el instante. Nuestra civilización de la abundancia ha desvalorizado el objeto cotidiano. Demasiado fácilmente adquirido, en seguida dejamos de prestarle atención y muy poco amor. Ya no es un compañero receptáculo de los efluvios de una porción de vida, es simplemente un cacharro anónimo y prefabricado. ¡Qué importa pues!. Sois vosotros los que debéis encontrar una complicidad afectiva con los humildes servidores que manipuláis. Prestad atención a los objetos que utilizáis y al utilizarlos no dejéis de transmitirles vuestra afectividad y vuestro Amor.
Quien realiza concretamente esta práctica, ve a su alrededor material cambiado. Siente que poco a poco su domicilio, su taller, su despacho se impregnan de Amor. Recibe la reverberación afectiva de los sentimientos que él difunde cotidianamente sobre las cosas inanimadas que le rodean. Ha dejado de estar en un universo anónimo y mecánico, ahora vive en un mundo familiar, afectivamente cargado, afectivamente vivo. De esta forma comprende intuitivamente que la materia, en una dimensión no comprendida por la ciencia, es permeable al Amor.
Hacemos evolucionar todo aquello que Amamos. Esto es verdad a todos los niveles de la Creación. Respetando y Amando los objetos, acelero la evolución de la oscura consciencia que los habita, hacia formas más elevadas de consciencia.
La Consciencia se filtra por aquello a través de lo cual ésta se difunde. Una forma más elevada de Consciencia es un filtro menos espeso; ya que la Consciencia, siempre idéntica a sí misma en su naturaleza, toma la forma de aquello en lo que reside. De las montañas a los dioses, pasando por el vegetal, el animal o el hombre, asistimos a un refinamiento progresivo de los filtros a través de los cuales se expresa, con una fuerza cada vez mayor, la Luz de la Divina Consciencia que impregna toda la Creación.
En la experiencia final del Amor, sentimos la Unidad que nos une sin confundirnos con aquello que Amamos. Acabaréis por asir, intuitivamente, la afinidad profunda que os une a las cosas del mundo exterior. Los objetos son una prolongación del hombre. Una prolongación de vuestro cuerpo. No hay más que una sola y única apariencia substancial. Quien vive esta comprensión percibe poco a poco, a un nivel muy sutil, su propia presencia en todas las cosas. El universo se convierte así en un inmenso organismo y la idea de estar separado de aquello que manipulamos se desvanece como una extraña quimera.
Ser incapaces de Amar la naturaleza, de observarla, escucharla y admirarla, es estar falto de savia.
Reservar en vuestra vida un sitio para la naturaleza. A través de la comunión amorosa, sumergiros psíquicamente en la inagotable fuente de la vitalidad vegetal.
Comunicaros con la vegetación, con su silencio, con su paz, con su majestuosidad, su paciencia, su obstinación, su tenacidad... Sentid en vosotros la consciencia vegetativa y comprended que esta forma de consciencia corresponde al estado de consciencia del vegetal. Percibid a nivel corporal lo que en vosotros participa de la naturaleza de los vegetales. Sentid como a veces vivís como una planta que tiene sed de agua y de luz.
Convertiros en el amigo fiel de ciertos árboles, de ciertos lugares como bosques, montañas, valles... que hablen a vuestro corazón. Frecuentad algunas montañas, desiertos, planicies o litorales... Participad interiormente con los ciclos de las estaciones. Llenaros de gozo con el brote de una nueva planta. Sentid los olores, tocad las cortezas de los árboles, palpad la tierra, escuchad el viento. Purificaros con la lluvia. Cargaros de poder con el huracán. Amad, admirad y comunicaros interiormente con todas las manifestaciones y todos los aspectos de la naturaleza.
Quien teme al viento o a los rayos, rechaza su propio poder. Quien los Ama exalta en él el mismo poder. ¿Cómo es posible no Amar la lluvia?. Sólo una persona con algún bloqueo en sí no puede Amarla. Que las gotas sobre vuestra cara se vuelvan una fiesta, y algo se despertará en vosotros. Quien aborrece la aridez del desierto demuestra ser insensible al espíritu que de él se desprende. Quien teme los abismos no conoce su propio abismo, y no sabe que es un abismo... Para qué seguir con más ejemplos, contentémonos con repetir que todas las manifestaciones y todos los aspectos de la naturaleza deben ser Amados. Debemos vencer las insensibilidades y las repulsiones eventuales. Observar, abrirse, comprender, sentir, participar y comunicaros con todo. De esta forma vuestra personalidad se universalizará. Quien Ama la naturaleza vibra con ella y descubre en sí mismo todos los poderes que en ella se expresan.
Hacedlo. Abrid vuestro corazón a la naturaleza. A lo largo de vuestra vida conservad y desarrollad una profunda relación con la naturaleza. Numerosas son las repercusiones interiores que se desprenderán de ello.
El Despertar del corazón no se limitará a los objetos y a la naturaleza, sino que su resplandor se extenderá a todos los animales.
Mirad un animal y Amarlo. Así, sin razón, por el mero placer de Amarlo. Comprender la vitalidad y la voracidad que lo habitan. Comprender, no juzgar. Ved su rareza o su belleza. Respetad y Amar a los animales. Sentir en ellos el empuje vital que va a llevar a la consciencia hacia la individualización. Individualización del psiquismo balbuceante, a veces obtuso y a veces violento y encarnizado. Ved en el animal el comienzo del hombre. Comprended esto y amarlo.
Constatar por medio de la observación aquello que psíquicamente tienen en común el hombre y los animales.
Distinguir claramente lo que en el hombre es específicamente humano de lo que todavía es animal.
Más allá de las palabras, aprender a contactar con los animales. Que vuestro silencio, lleno de amor, salga y se derrame sobre el animal.
Aprended así que el silencio es la más alta forma de comunicación. No limitéis vuestro Amor a los animales domésticos o familiares. Vivid la alegría de amar al animal encontrado por breves instantes. Breves y quizá únicos.
Desarrollar en uno mismo el animal que nos habita sin dejarse dominar por los instintos que lo animan. Que el animal que habita en vosotros sea el fiel servidor del hombre que hay en vosotros. Cuando el animal domina en el hombre, éste deja de ser hombre. Ser un hombre verdaderamente significa haber dominado perfectamente, en su psiquismo, su naturaleza animal. Dominar es ordenar no despreciar o torturar. No haber comprendido en sí la belleza del animal, tal ha sido el error de los ascetas. Que en vosotros, la consciencia que razona y reflexiona sea en vosotros la única dueña. Que ella dirija todas las pulsiones animales. Que como juez soberano, frente a cada una de ellas, dé su consentimiento o su prohibición. Que el hombre que hay en vosotros no sea nunca arrastrado por las pasiones y los instintos animales. Que por medio de su voluntad inflexible, por los esfuerzos de dominio incansablemente repetidos, por la sugestión frecuente en la que el hombre se dirige al animal y le dicta su conducta; que por tales medios, que son la base de todo camino iniciático auténtico, el animal que hay en vosotros esté perfectamente adiestrado, y acabe por obedecer sin tardanza ni resistencia en todo lo que el hombre decida. Abandonar el error del profano que se deja llevar, falto de todo dominio de sí mismo, y no es más que un títere animado por fuerzas infra-humanas. Sed hombres auténticos, pero no caigáis en el error contrario que consiste en denigrar al animal que hay en vosotros. Vosotros sois el reflejo de la Creación. Quien no Ama su propia animalidad no puede Amar auténticamente a los animales del mundo exterior. Todo está unido. Todo está en todo. Habiendo domado al animal que está en vosotros, Amadlo. Estad orgullosos de sentiros animal. Entrenad el cuerpo. Conoced la alegría de percibirlo fuerte y vigoroso. Apreciad los placeres del esfuerzo físico, de la alimentación, del sueño y de la somnolencia. Exaltaros con vuestra propia vitalidad. En la medida de lo posible ser como un animal vigoroso y alerta.
No descuidéis el cuerpo. Amadlo. Contra más Améis vuestro aspecto corporal, como se Ama a un animal familiar, dándole el ejercicio y los cuidados necesarios, menos tendencia tendréis a identificaros con él. La consciencia de ser distinto al animal, que en vosotros el hombre cabalga y utiliza, será cada vez más clara y con ello un grado importante del sendero interior se habrá superado.
El hombre que está en vosotros debe ser Amado. Amándolo, no de una forma exclusiva, lo cual es algo negativo, sino al mismo nivel que al resto de las criaturas, comprenderéis que no sois este hombre en vuestra Esencia y Realidad profunda. De esta forma seréis inducidos progresivamente a ver en este hombre un simple instrumento de acción y de percepción en el mundo. Este hombre, como todo lo que es percibido, es para vosotros el objeto de vuestro Amor, y vosotros sois el que Ama.
Habiendo aprendido a Amar al animal que hay en vosotros, Amad al hombre que os habita, y comprended que el que ama es por fuerza distinto de lo que él Ama. ¡Que esto no sea una teoría, sino una Realidad vivida día a día y cada vez más intensamente!.
“La Caridad bien entendida comienza por uno mismo”. El Amor por el hombre que lee y la búsqueda de su desarrollo al nivel de la temporalidad, os hará comprender lo siguiente: Según la medida en que el instrumento humano se desarrolle, podrá ayudar alrededor de sí a los otros hombres a desarrollarse. Es por esto que el Amor a los otros no debe nunca acompañarse de una pérdida de Amor por sí mismo, en tanto que hombre. Hombre contenido en nuestra Realidad englobante. La pérdida de Amor por el hombre que nos habita tiene como consecuencia el cese de una voluntad y de una búsqueda del desarrollo de la personalidad; pudiéndose esto acompañarse de una mortificación errónea del hombre. Quien mortifica al hombre puede superarlo pero no desarrollarlo. Quien Ama al hombre sin apegarse o identificarse con él, lo supera y desarrolla. Se difunde lo que se posee, y sólo aquel que ama al hombre en él, puede ayudar a los demás a Amarse como hombre, y encontrar el desarrollo temporal juntamente con la Realización espiritual.
Que el Amor por los otros no sea una huida fuera de vuestra humanidad individual. Amaros, desarrollaros, extended a vuestro alrededor  vuestro Amor y esplendor, ayudando a cada uno, a su nivel individual, a realizar sus potencialidades. El Amor a los otros que se acompaña del desprecio de sí mismo como hombre, es un Amor falto de substancia. La substancia amorosa es el hecho de aceptar la encarnación. Amando al hombre que está en nosotros, damos a la Esencia inmaterial del puro Amor una base substancial. Amar al hombre que hay en nosotros es aceptar el mundo y no considerar la espiritualidad como una emigración fuera de él. Amar al hombre que hay en nosotros, es adoptar la vía intramundana, que no rechaza ascéticamente lo que es propio a la condición humana, que tiene por fin el realizar el designio de Dios en el seno del mundo, y no únicamente refugiarse en Dios.
Aceptar vuestra propia encarnación, es Amaros en vuestro aspecto psico-corporal no limitativo. Es igualmente y por repercusión, volverse capaz de ayudar a los otros a aceptarse y a asumirse integralmente.
Amad a los hombres que pueblan la superficie de la tierra. Constatad por medio de la experiencia que podéis Amar a todos los hombres. Hasta que el Amor, engendrado por el Despertar del corazón, os sea espontáneo y natural, entrenaros a difundir sentimientos de Amor en presencia de toda clase de individuos. Haced eso, aunque os encontréis en presencia de personas que encarnan psicológicamente valores o características que os son contrarias. Comprended, por medio de la experiencia, que no es necesario simpatizar exteriormente con la gente para Amarla. Experimentad que es suficiente con mirarlos atentamente y difundir silenciosamente vuestros sentimientos hacia ellos. Sentid vuestro corazón abrirse y extenderse por encima de todo aquello que os separa quizá psicológicamente. Constatad la plenitud inefable que en ese instante os habita.
No dejéis que el aspecto negativo de algunas personalidades os detenga u os haga rechazarlas. Ver, ver verdaderamente a los hombres y Amarlos. Convertiros en un ojo, un ojo atento y lúcido, libre de todo pensamiento y todo juicio. Ver a quien está enfrente de vosotros, verle verdaderamente, y para ello se debe retirar la pantalla deformante de vuestro propio ego. Verlo con un espíritu puro, tranquilo y lúcido. Constatad que, cuando el pensamiento se calla, una comprensión superior surge. Una comprensión despojada de prejuicios y de juicios personales. Percibiréis sin palabras la prisión en la que está encerrada la consciencia del otro. Es a través de esta comprensión como se ve verdaderamente al otro. Es a través del propio silencio mental cuando estáis disponibles para la percepción de lo que el otro es. Con la comprensión profunda, la compasión y el Amor.
Ver a los hombres y Amarlos. No Amarlos por esto o por aquello. Amarlos simplemente, naturalmente porque están ahí, sin otra razón. Son hombres y eso basta.
Aprended este arte. Aprended el arte del Amor sin causa ni razón. Un Amor que no es el fruto de una simpatía, de una atracción o de una seducción. Aprended el arte del puro Amor.
La búsqueda voluntaria de la apertura del corazón no se revela necesaria más que al principio. Después se Ama de una forma espontánea y natural todo lo que entra en el campo de nuestra atención. Pues por muy paradójico que parezca, el trabajo voluntario lleva a la espontaneidad.
Tal es el secreto de la apertura del corazón.

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