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AL ANDROGINAT

Más allá del mundo fenomenal, más allá de la dualidad, la Pura Consciencia eterna y vacía de contenido, permanece en inmutabilidad absoluta.
La pura Consciencia no es ni masculina ni femenina, virgen de toda cualificación, de toda producción, de todo movimiento, permanece en su Transcendencia total.
De Ella nada adecuado puede ser dicho o pensado. ¡Es indecible!. ¡Es inconmensurable!. ¡Es inefable!.
Meditando sobre el cosmos que surge del vacío transcendente, constatamos que éste es engendrado, regido, producido por dos manifestaciones antitéticas.
Existe la Energía y existe la Substancia, ésta es la pareja Divina.
Dios en su manifestación se separa en dos para crear el universo; y su creación es la constante interrelación entre la Energía y la Substancia.
El universo es la gran meditación del Ser Unico. El pensamiento del Ser es la Substancia del cosmos. Este pensamiento es pasivamente contemplado por la Consciencia del Ser. Pero es necesario que una Energía dé el impulso primero y haga salir al pensamiento de su sueño. El pensamiento del Ser desarrolla el reflejo de sus formas ante la Consciencia Eterna, pero es necesario que haya una Energía que empuje al pensamiento a desarrollarse, a crear y a mantener su actividad incesante.
La Energía es el Eterno Masculino.
La substancia es el Eterno Femenino.
Sin la Energía, la Substancia permanecería amorfa y potencial, sin la Substancia, la Energía permanecería sin concretización.
La Substancia es pasiva.
La Energía es activa.
En razón de la pasividad de la Sustancia, algunos han creído que lo femenino era inferior a lo Masculino. Otros, a causa de la impotencia de la Energía pura que no encuentra ninguna Substancia, han declarado que el Femenino era supero al Masculino. En realidad no hay ninguna superioridad o inferioridad en las relaciones que rigen lo Eterno Femenino y lo Eterno Masculino. Son indispensables el uno para el otro, y sin uno o el otro el universo no podría existir.
La Substancia, y no hay que entender por ello sólo las cosas materiales, es ella misma una forma de Energía. Existe una Energía potencial que se vuelve activa, y existe un aspecto de la Energía que se vuelve pasivo. Al volverse pasivo es manipulado por la Energía activa, y de esta manipulación resulta entre otras cosas el aspecto substancial de los fenómenos.
La Energía es, pues, fundamentalmente una. Es por lo que algunas doctrinas no han  hablado más que de dos Principio fundamentales: La Consciencia intemporal y transcendente por una parte, y la Energía de la que procede el universo por otra. En algunas tradiciones la Consciencia intemporal ha sido considerada masculina, y la Energía creadora femenina. No es por esta razón, el que utilicemos el simbolismo sexual, pues nos parece erróneo el atribuir una cualidad sexual a lo transcendente, sin embargo hay que señalar, que esta atribución simbólica tiene la ventaja de señalar la complementariedad que existe entre la transcendencia y la Manifestación Cósmica. Transcendencia y Manifestación, efectivamente, son comparables a esposo y esposa. Se aman, se buscan, y se unen el uno al otro, aunque en definitiva sean Uno. Comprender esto, es ver el error de todo rechazo y de huidas deliberadas frente al mundo.
El simbolismo es una manera de expresarse y como toda expresión, pertenece al terreno de las cosas relativas y discutibles. Ningún simbolismo tiene un valor absoluto. En este texto nosotros utilizamos un simbolismo sexual, que no designa metafóricamente la relación que existe entre la Transcendencia de Shiva o de Purusha, y la Manifestación de Shakti, de Prakriti o de Maya. Nuestra utilización del simbolismo sexual designa la dialéctica que se establece en el interior de la creación entre Rajas y Tamas, o el Ying y el Yang.
Hablar de Substancia y Energía como lo hacemos, es pues, una manera de expresar que en el seno de la Unica Energía primordial, se produce una polarización. Esta polarización, que se efectúa en el interior de la Manifestación Divina, es decir, de la Energía primordial, es simbolizada y expresada por el Masculino y el Femenino arquetípicos.
De esto se sigue que la Energía, en su aspecto no-dual, es simbólicamente andrógina, y que la creación es la separación del Principio Masculino y del Principio femenino, así como la multiplicación interactiva de esta separación.
El hombre, ese microcosmos, tiene un reflejo exteriorizado del principio Masculino, mientras que el principio Femenino está oculto. En la mujer, ese microcosmos, se encuentra un reflejo exteriorizado del principio Femenino, mientras que el principio Masculino está oculto. De ahí procede la atracción y la complementariedad sexual.
El principio Masculino engendra lo Femenino, y por esto él es el Padre. Pero el principio Femenino a su vez engendra un nuevo Masculino, y por esto el Femenino es la Madre. Substancia fecundadora y Substancia aun no fecundada, el principio Femenino es perpetuamente Virgen y Madre. Energía procreadora y Energía engendrada, el principio Masculino es perpetuamente Hijo y Padre.
Los Dioses y las Diosas de las diferentes mitologías, no hacen más que representar las diferentes facetas de lo Eterno Femenino y de lo Eterno Masculino.
Toda la naturaleza entera es el reflejo simbólico de los dos principios cósmicos.
La Tierra es femenino, pues representa lo substancial, lo concreto, lo tangible, lo fecundo; y el cielo es masculino pues representa lo no substancial, lo abstracto, el fecundador de la Tierra. El Sol es masculino, pues su energía despierta la tierra. La Luna es femenina, pues recibe pasivamente la luz del Sol. El agua es femenina, pues abraza a todas las formas. El fuego es masculino, pues produce calor y energía, destruyendo las formas existentes...
Así, para quien sabe ver, la naturaleza es un libro en el que la interacción de los dos Principios está presente. Estos dos Principios son complementarios. Sobre su armonía, su alternancia y su equilibrio, reposa la perennidad cósmica. Podemos, sin embargo, constatar que a veces se produce una oposición. El fracaso más total es el de la más alta discordia.
Es en la mujer en quien el hombre encuentra la concretización del Eterno Femenino, la cual es la más próxima y la más sensible. Es en el hombre, en quien la mujer encuentra la concretización del Eterno Masculino, el cual es el más próximo y el más sensible.
Siendo un hombre, debo evocar en mi a lo Masculino y adorar a lo Femenino. Siendo una mujer, debo evocar en mi a lo Femenino y adorar a lo Masculino.
Al evocar a lo Masculino, entro en la Energía Universal. Me abro a esa Energía, me vuelvo el receptáculo y la manifestación consciente. Aspiro mentalmente al Eterno poder de lo Masculino. Conozco mi afinidad con el Sol y sé que soy un sol, y hago brillar en mí mismo un sol. Conozco mi afinidad con el fuego y sé que soy fuego y hago crepitar en mí una brasa inextinguible. Conozco mi afinidad con el cielo y sé que soy cielo y tomando mi lugar en el espacio, me vuelvo espacio. Conozco mi afinidad con el viento y sé que soy un viento y hago expresarse los poderes y caricias del viento. Soy un león, soy un toro, soy un águila... Soy todos los héroes y todos los Dioses de las mitologías.
Evocando en mí a lo Masculino. Absorbiendo todas las fuerzas masculinas del Universo. Identificándome a todos los símbolos de lo Masculino. Cultivando y desarrollando mi virilidad. Hago de mi vida un ejemplo de fuerza, de poder y plenitud viril.
La fuerza y la energía, así cultivadas, las pongo al servicio de lo Femenino. Al Femenino al que amo con admiración. Al Femenino con el que entro en contacto a través de la mujer.
Al evocar a lo Femenino, entro en la Substancia Universal. Me abro a esa plasticidad fecundante, en ella me vuelvo receptáculo y la manifestación consciente. Aspiro mentalmente al eterno poder del Femenino. Conozco mi afinidad con la Luna y sé que soy una luna, y hago brillar en mí mismo la dulzura de este astro. Conozco mi afinidad con el agua y sé que yo soy agua, y vierto un flujo de agua inagotable. Conozco mi afinidad con la Tierra, sé que soy una tierra rica y fecunda, y entro en las fuerzas de la tierra y echo raíces y me alimento de su jugo. Conozco mi afinidad con la vegetación, y sé que soy un bosque, y a este bosque ofrezco frescor, abrigo y protección. Soy una cierva, soy una vaca, soy una paloma... Soy todas las Hadas y todas las Diosas de las mitologías.
Evocando en mí lo Femenino, absorbiendo todas las fuerzas femeninas del universo, identificándome con todos los símbolos femeninos, desarrollando y refinando mi feminidad, hago de mi vida una concretización de la dulzura, de la sensibilidad y de la plenitud femenina.
La feminidad que desarrollo, la ofrezco al Masculino. Al Masculino que amo y delante del cual me admiro. Al Masculino con el cual entro en contacto por medio del hombre.
Comprender lo que acaba de decirse, es desarrollar su propia naturaleza y hacer del sexo opuesto el objeto de culto.
La mujer es el espejo de la Eterna Substancia Divina.
El hombre es el espejo de la Eterna Energía Divina.
Y el hombre dice: “En mí cultivo un aspecto de lo Divino, y en mi esposa adoro el otro aspecto de la Divina Manifestación”.
Y la mujer dice: “En mí mismo, cultivo un aspecto de lo Divino y en mi marido adoro el otro aspecto de la Divina Manifestación”.
Cultivando lo Masculino, el hombre da una influencia masculina, y recibe de la mujer una influencia femenina que equilibra su desarrollo. Cultivando lo Femenino, la mujer da una influencia femenina y recibe del hombre una influencia masculina que equilibra igualmente su desarrollo.
En la mujer, el hombre bebe la feminidad. En el hombre, la mujer bebe la virilidad.
La mujer debe absorber la virilidad del hombre y así, despertar su virilidad latente. El hombre debe absorber la feminidad de la mujer para despertar su feminidad latente.
Pues el hombre debe ser hombre, es decir, haber desarrollado su virilidad, pero debe ser también mujer después de beber de la feminidad. Y la mujer debe ser mujer, es decir, haber desarrollado su feminidad, pero debe ser hombre después de beber de la virilidad.
Esta necesaria absorción de la polaridad sexual contraria, no debe confundirse con un exceso de absorción que conduce a una inversión sexual o psicológica. El invertido sexual no es un ser completo, es un ser deformado. La absorción de la polaridad sexual contraria, presupone el desarrollo normal y armonioso de la polaridad que nos es propia. En cambio, una mujer que no absorbe virilidad, se encuentra desequilibrada por un exceso de feminidad; y las cualidades del arquetipo femenino se vuelven en ella defectos. Un hombre que no absorbe feminidad se encuentra desequilibrado por un exceso de virilidad; y las cualidades del arquetipo masculino se vuelven en él defectos.
Se absorbe y se despierta en sí lo que se ama y se admira. Es por lo que la primera absorción y el primer despertar del femenino en el hombre se realiza frente a la madre, mientras que la primera absorción y el primer despertar del masculino en la mujer se realiza frente al padre.
No existen cualidades psicológicas específicamente reservadas a los hombres, ni cualidades o características específicamente reservadas a las mujeres. Al contrario para volverse un ser completo, el hombre o la mujer deben volverse psicológicamente y psíquicamente andróginos. Es posible volverse andrógino, evocando y cultivando las potencias arquetípicas de su propio sexo, y adorando y abriéndose a las potencias arquetípicas del sexo opuesto, tal como son reveladas en la relación matrimonial, y en la ósmosis psicológica y espiritual que engendra. Para la mujer, el hombre es un maestro espiritual que le revela lo que le falta; y para el hombre, la mujer es igualmente un maestro espiritual, que le revela lo que le falta.
El hombre es un ser psicológicamente incompleto, que se vuelve completo por medio del androginat. Algunos seres psíquicos, y no todos los seres psíquicos, no tienen sexo, es el caso de los ángeles. No tienen sexo porque estén privados de él, sino porque son andróginos. La sexualidad física es una puerta por la que se puede acceder al androginat psíquico. El que es psíquicamente andrógino, efectivamente o virtualmente, ha superado la necesidad del sexo. Observad que siempre hablamos de androginat psicológico y psíquico, y no androginat físico.
La mujer debe aportar la feminidad al hombre. El hombre debe aportar la virilidad a la mujer.
Quien comprende esto hace del acto sexual un sacramento. En el acto sexual, el hombre en su virilidad rendirá un culto a la mujer. Sus caricias, sus besos, el goce que buscará dar y recibir, serán un acto de adoración al Eterno Femenino. Es la gran Diosa cósmica, en la que se fusionan todos los símbolos femeninos a quien estrechará entre sus brazos. Por el éxtasis del goce será proyectado a su abismo trascendente.
La mujer en el acto sexual rendirá culto al hombre. Sus caricias, sus besos, el goce que buscará dar y recibir, serán un acto de adoración al Eterno Masculino. Es el gran Eros cósmico en el que se fusionen todos los símbolos masculinos a quien ella abrazará. Por el éxtasis sensual ella será proyectada a su abismo transcendente.
Por esta comprensión, por esta extensión de la sensibilidad, por este movimiento del corazón que no se detiene en la individualidad, sino que va más allá uniéndose al Principio Divino, del cual el individuo es una manifestación. Por medio de esta devoción mantenida durante los preliminares y a lo largo de todo el acto sexual, fuera de todo ritualismo, el acto sexual se vuelve sagrado.
Aunque sea muy deseable que la sacramentalización sexual sea vivida conjuntamente por los dos, no es una necesidad absoluta. La sacramentalización es un acto interior, por tanto un solo miembro de la pareja puede sacramentalizar sus relaciones sin que el otro se dé cuenta. Esto se puede ver cuando no hay acuerdo espiritual en el seno de la pareja.
Para la homosexualidad, que procede de la no aceptación y de la no comprensión ya de su propio sexo, ya del otro sexo, la puerta del androginat está  definitivamente cerrada.
Algunos se han imaginado que el androginat se realiza por medio de la fusión espiritual de dos individualidades. Han creído que cada alma era, de alguna forma, la mitad de un alma; y que al hombre le era preciso encontrar entre las mujeres la otra mitad de su alma, y viceversa. Estas personas durante mucho tiempo han soñado sobre la individualidad única, que perdida en el cosmos constituía la otra mitad de su alma. Metafísicamente esta teoría es absurda, procede de la deformación de una verdad. Es verdad que cada alma es originalmente y potencialmente femenina y masculina. Pero la mitad femenina que el hombre ha perdido no se debe buscar en una mujer exterior, está en sí mismo, y viceversa.
Las mujeres exteriores representan para el hombre una relación reveladora, que le permite despertar en él su feminidad latente. De igual forma los hombres exteriores permiten a la mujer encontrar en ella su virilidad latente. El androginat no es, pues, la fusión de dos individualidades, es la fusión de dos mitades de una individualidad. Es la reunión de lo que en una individualidad era manifiesto y consciente, con lo que era latente, inconsciente y oculto. Los casos de inversión, que son caso aparte, representan la misma cosa pero en sentido inverso. El hombre es un ser incompleta, cuya feminidad está oculta en su inconsciente. Y la mujer es igualmente incompleta, al estar su feminidad oculta en su inconsciente. Volverse andrógino es encontrar en nosotros mismos nuestra mitad perdida.
Las mujeres, representan para el hombre el reflejo manifiesto de lo que ellos llevan dentro pero ignoran. La mitad de ellos mismos que les falta y de la que ellos tienen nostalgia. Los hombres, representan para la mujer el reflejo manifiesto de lo que ellas llevan en sí mismas de una forma oculta, y de lo que persiguen de forma inconsciente.
Por medio del amor dado a la mujer, si este amor se acompaña de una receptividad interior, el hombre despierta en sí su parte femenina y accede poco a poco al androginat. Por el amor dado al hombre, si este amor se acompaña de una receptividad interior, la mujer despierta en ella su parte masculina y accede poco a poco al androginat.
La pareja espiritualmente realizada, aunque está formada por dos individualidades distintas, llega a formarse gracias al intercambio psicológico y psíquico que se efectúa, eternamente indisociable, en la profundidad de su amor. Esta unión con el cónyuge es el preludio de la unión con el universo entero. La unión limitada de la pareja se encamina así hacia la unión con lo ilimitado.
Es por medio de la comunicación y el intercambio mutuo al nivel más profundo, que cada cónyuge se vuelve un ser completo.
El asceta, ya sea hombre o mujer, debe igualmente en esta vida o más allá, acabar de encontrar la mitad secreta de sí mismo. La ausencia de relación con el sexo opuesto pone la cosa más ardua. Aunque a veces lo consiguen gracias a una relación profunda, desprovista de unión carnal, con una persona del sexo opuesto. Es lo que se ha llamado el matrimonio espiritual entre dos almas. Igualmente se puede acceder a ese encuentro por medio de la adoración de una representación religiosa, que contenga las cualidades simbólicas del sexo opuesto. También se puede acceder, por medio de un descenso en sí mismo, a la revelación de la integridad andrógina de su psiquis.
En la vía no ascética de aquel que permanece en el mundo, la monogamia es la forma de relación más segura que permite realizar en sí el androginat. Pues hacen falta años para llegar a un verdadero conocimiento y comprensión del cónyuge. Son necesarios años para que la pareja llegue a una perfecta armonía. Son necesarios años de vida en común, para realizar un cambio y una influencia mutua a nivel más profundo. Poligamia y poliandria nos condenan a unas relaciones superficiales. La monogamia permite, idealmente, a los cónyuges el llegar a la mutua transparencia necesaria.
La monogamia en cuestión debe ser una monogamia real, y no solamente institucional. Necesita que toda clase de relación sexual esté exclusivamente limitada al mismo cónyuge. No es una prescripción puritana. Esta regla resulta de la sacramentalidad de nuestras relaciones sexuales. Tener relaciones superficiales con una compañera de paso, es en verdad profanar al hombre o a la mujer con quien hemos tenido estas relaciones. El acto sexual espiritualizado exige un compromiso integral de uno mismo. No se puede limitar a una simple relación física. No podemos realizarlo de una manera espiritualmente Despierta y sagrada sin amar a la persona y a través de ella a su Principio Divino. Pues amar rechazando el plantearse la búsqueda de una duración de las relaciones físicas y psicológicas, no es amar. Lo que piense el otro no debe influirnos, pues si acepta profanarse con relaciones sin profundidad y sin duración, eso no justifica que lo profanemos y que nos profanemos a nuestra vez. En cuanto el mantener varias uniones al mismo tiempo, es igualmente imposible. Pues aunque dejemos de lado la hipocresía y el engaño que a menudo acompañan a estas situaciones, no podemos en tanto que individuos darnos integralmente a varias personas. Es cierto que podemos amar a varias personas, pero el amor carnal no se vuelve sagrado, ni se eleva a un nivel superior que se acompaña con el don integral de sí mismo, de la adoración del otro y de la constante preocupación por su felicidad, pues es materialmente evidente que todo esto sólo puede ser realizado con una persona.
Para quien sacramentaliza su relación con el otro sexo, la fidelidad monogámica es una regla y el resto no es más que tentación. Por medio de la fidelidad, una fidelidad formal, que no tolera ni sueños infieles, todas las potencias carnales se encuentran polarizadas sobre el cónyuge y apaciguadas en él. Sin polarización no hay profundización real, ni una comprensión profunda.
Permanecer fiel no quiere decir volverse insensible al encanto del sexo opuesto ¡Cómo sería eso posible!. Es la misma Mujer fundamental quien está presente en todas las mujeres, y el mismo Hombre fundamental quien está presente en todos los hombres. La fidelidad debe ser el resultado de una toma de consciencia de nuestra incapacidad de tener relaciones satisfactorias con varias personas. Siendo hecha esta toma de consciencia, renuncio a las relaciones extraconyugales porque son obras imperfectas del amor, y mi amor profundo por la Mujer o por el Hombre eterno no puede acomodarse a esta imperfección.
No permanezco fiel porque yo no ame más que a la mujer o al hombre con quien vivo. Permanezco fiel, pues siento en mí una capacidad de amor demasiado amplia para todos los hombres y mujeres que encuentro. Si diera una expresión carnal y concreta de esta inmensa capacidad de amor que vibra en mí, pronto sería despedazado por las contradicciones y los dilemas, que resultarían de mi imposibilidad material de expresar plenamente mi amor y de dar felicidad, simultáneamente, a todas las personas con las que hubiera entablado una relación carnal. Es, pues, una plenitud de la capacidad de amor la que motiva mi fidelidad monogámica.
Limitando la expresión carnal de mi amor a la relación monogámica, y adoptando frente a esta limitación una actitud firme y expresiva frente al otro, no dejo que haya ningún equívoco. Me desembarazo de todas las maniobras psicológicas cuyo fin es el gustar o seducir a las personas del sexo opuesto. Al dejar mi corazón de estar impedido por el egoísmo sexual, se vuelve disponible para amar a todos los hombres y todas las mujeres de una manera desinteresada. En mi relación monogámica, espiritualizo el desarrollo de mi sensualidad, y fuera de esta relación, despojo mi amor de todo acaparamiento del egoísmo sexual y así consigo un verdadero amor universal.
Formar una pareja es comenzar una obra espiritual. El fin de esta obra es la realización del androginat mutuo, e igualmente la procreación de niños. La procreación, independientemente de su papel de prolongar la obra creadora de Dios, participa directamente en la formación del androginat. El androginat perfecto necesita de la presencia de niños, pues al educarlos la mujer desarrolla otros aspectos de su feminidad y el hombre otros aspectos de su masculinidad.
Toda obra puede conocer el fracaso. Por esto hacer institucionalmente a la pareja indisoluble es un error. La indisolubilidad de la pareja es un fin a alcanzar, pues la pareja perfectamente unida es indisoluble para la eternidad. Pero hacer de la indisolubilidad una regla obligatoria no es un medio adecuado, en nuestra época, para conseguir el fin.
Cuando el fracaso es evidente, es preciso tener la fuerza para reconocerlo y realizar una separación sin rencor. Haced todo lo posible para llegar a la unión perfecta, pero cuando la pareja está, de hecho, desunida y todo encuentro a nivel profundo es imposible, no prolonguéis artificialmente y convencionalmente una unión que se ha vuelto maldita.
Dios nos enseña con nuestros fracasos y nuestros triunfos. En definitiva, cualquiera que sea el número de uniones, es siempre la misma Mujer arquetípica y Divina la que el hombre amará a través de las diferentes mujeres humanas. Y es siempre el mismo Hombre arquetípico y Divino el que la mujer amará a través de los diferentes hombres humanos.
La exaltación romántica que hace creer que tal o cual mujer particular es la única compañera que nos estaba predestinada, o que tal o cual hombre particular es el solo y único compañero que nos estaba predestinado, es completamente erróneo. Es un delirio sentimental. Esta o aquella persona nos parece la única posible en razón de una fijación sentimental. Pues parece extremadamente nefasto el identificar la manifestación del arquetipo Femenino o Masculino a tal o cual mujer u hombre particular. Hay confusión entre lo efímero y lo Eterno. Nuestro amor debe superar lo particular y alcanzar lo Eterno. Es necesario amar a la Mujer Divina y arquetípica a través de una o varias mujeres; es preciso amar al Hombre Divino y arquetípico a través de uno o varios hombres. Quien se para en el individuo, en lugar de amarlo en tanto que manifestación significante, se apega a él. Así amaremos al cónyuge pero sólo estaremos apegados a Dios. El cónyuge no debe ser más que una ocasión de expresión de nuestro amor, pero no el objeto profundo de nuestro amor.
La formación de la pareja no debe ser realizada más que después de maduras reflexiones y después de un conocimiento mutuo suficiente. Un período de prueba y vida en común se muestra en la mayoría de los casos como una experiencia prematrimonial sostenible.
Son necesarios cuatro factores para conseguir formar una pareja armoniosa: Amor sentimental, cordialidad de carácter, convergencia ideológica, armonía sexual. Si los cuatro factores no están presentes vais hacia el fracaso. No debéis dejaros arrastrar ni por pasiones únicamente sentimentales, ni por atracciones únicamente físicas. Permaneced siendo dueños de vosotros. Aceptad el sufrimiento de separaciones cuando una relación no sea susceptible de llevar a la armonía verdadera. El simple amor sentimental no es suficiente. Solo la cordialidad de carácter es insuficiente. La simple convergencia ideológica es insuficiente. La sola atracción física no permite el formar una pareja. La conjunción de los cuatro factores es necesaria.
Buscad, buscad atentamente el espejo de las cualidades divinas complementarias. Después, habiéndolo encontrado o pensando haberlo encontrado, adorad el todo sin dejar de ser vosotros mismos. Lo que significa que lo adoréis sin perderos en él, sin aniquilar vuestra personalidad. La receptividad no es la abdicación. Recibir es enriquecerse, abdicar es aniquilarse. El cónyuge deber ser una fuente no un estanque que os sumerja. El intercambio debe ser mutuo, y uno no debe dominar sobre el otro. Amar no es renunciar a lo que se es. Quien renuncia en la abdicación sumisa no puede ya soportar nada del otro. Sed vosotros mismos y respetad al otro. Respetar es aceptar que el otro no es de nuestra propiedad. El cónyuge es un ser libre, no es una propiedad carnal o sentimental. Respetad, pues, vuestra libertad mutua, y desterrad las preocupaciones, preguntas o dudas celosas. La unidad real reposa sobre la confianza y no en la vigilancia. Como dos grandes árboles plantados a alguna distancia, pero no pegados el uno al otro, intercambiad vuestras sombras y luego entrelazad vuestro ramaje.
No os detengáis. La unión de una pareja es algo que se construye y se reconstruye sin cesar, hasta el fin de la vida. Es necesario, sin cesar, evocar en sí al Femenino o al Masculino. Es preciso, sin cesar, adorar y buscar el colmar al otro. Los cuatro factores de unión: Amor sentimental, cordialidad de carácter, convergencias ideológicas y armonía sexual, no son adquiridos de una vez por todas, es preciso mantenerlos por medio de una acción constante y deliberada. Día tras día construid vuestra unión y llegaréis a la unión.
En su creación, Dios se ama a El mismo. Es para amarse a El mismo por lo que se divide en dos. De esta pareja original y Primera, procede toda la creación, por una multiplicación y una proyección infinita de cualidades correspondientes a la Energía, es decir al Esposo Divino, y a la Substancia, es decir a la Esposa Divina. El hombre y la mujer constituyen en su microcosmos un espejo de la pareja divina.
Comprender esto y vivirlo, es espiritualizar y hacer cósmica la realidad sexual. Permaneciendo en mi consciencia transcendente, el eterno espectador de todo lo que existe, veo la búsqueda, encuentros y la unión, a nivel humano, de los dos principios cósmicos de la Manifestación Divina.
¡Que lo Divino sea glorificado en el cuerpo y más allá del cuerpo!.
Que el amor de Dios manifestado como Mujer u Hombre Cósmico, permanezca libre de todo apego al hombre o a la mujer humana. No os entretengáis en lo humano, no améis más que a Dios. Amad a la Mujer Eterna a través de la mujer humana. La mujer no es más que una ocasión que os permite expresar vuestro amor a la Mujer Divina. Si la mujer humana deja de ser transparente, y con ello os impide introduciros en la contemplación y al amor a Dios en su Manifestación Cósmica, vuestro amor no es sagrado y estáis sumergidos en la creación.
Amad la Manifestación Masculina de Dios. Amad al Hombre Eterno a través del hombre humano. El hombre humano no es más que un intermediario que os permite expresar vuestro amor al Hombre Divino. Si el hombre humano deja de ser para vosotros límpido, y os impide conduciros a la contemplación y al amor a Dios en su Manifestación Cósmica, vuestro amor es profano y os ata a la tierra.
En la condición encarnada, jugad el juego del amor, de la eterna búsqueda y encuentro de las dos formas y de las dos polarizaciones de la Manifestación Divina. Manifestación eternamente contemplada por la esencia Transcendente, que es vuestra pura Consciencia.
Para jugar el juego cósmico, es preciso permanecer libre,  para permanecer libre es preciso estar desapegado. Romped vuestras ataduras y cultivad vuestro amor por el Unico.
Desapego frente a lo terrestre y apego a lo Divino únicamente, son las dos caras de una misma necesidad.
El amor de la mujer o del hombre si es profano, si se apega a la personalidad humana, constituye el espejismo y la tentación más peligrosa para dar la espalda a lo Divino. Es por este riesgo por lo que los ascetas han rechazado este tipo de amor. Sin embargo cuando este amor se vuelve sagrado, transparente y, a través de la mujer o del hombre es a Dios a quien amáis y adoráis, entonces ya no existe tentación, ya no existe peligro, pues hacia Dios es a donde vais, y es con Dios con quien os unís.
¡Apego solo a Dios, esta es la exigencia de la sacramentalidad conyugal!. Comprended que todo apego a una individualidad humana vuelve a ésta opaca; desde el momento en que vuestro amor se detiene en la criatura ya no alcanza a Dios.
Haced sagrada vuestra vida conyugal. ¡Que el hombre llegue a Dios a través de la mujer y que la mujer llegue a Dios a través del hombre!